Porque hay a quien le gusta el olor reciente de un café cortado. Porque hay quien grita "touché!" cuando se encuentra una mirada diferente. Porque cruzar en rojo da la vida y con los ojos cerrados se llega antes a ese otro lado adictivo, furtivo y agridulce. Porque las entrelineas guardan los secretos y ayudan a imaginar. Bienvenidos, pasen y lean...

25 febrero 2008

LLÁMALO CLAUSTROFOBIA...



Un grito estremecedor rodó por las escaleras lamiendo la barandilla. Se estrelló contra el suelo del portal, como un sueño derretido en un plato de espejo. Hizo vibrar los cristales de todo el edificio. Estornudaron polvo las grietas famélicas de las paredes y el vello de los brazos de quien pasaba por allí se convirtió en un pelotón de soldados en guardia.
Dos minutos antes me había levantado dándole la espalda y el tiempo suficiente para esfumarse. Como suele ser. Como deber ser. Había contado hasta cien mientas me colgaba el collar que dormía en el suelo, escondido entre la ropa. Cuando me volví él seguía en la cama, mirándome, y un grito estremecedor se cayó de mi garganta.







Fotografía de Aitor Martín

17 febrero 2008

CINCO CONMIGO

Vuélvete loco
cuando nos den las diez
cuando el frío se engarce en tu jersey.
Y no sabrás nada de mí,
me esperarás solito allí con tus fantasmas...

Vuélvete loco,
arráncame sudor embotellado.
Domesticado, duerme en mi salón,
llámame puta y llora un rato.

Si te permites cinco minutos conmigo
masticaré el reloj,
apretaré con la lengua el hierro
del maldito gatillo.

Vuélvete loco
juega con un juguete roto.
Dos cervezas y tres cuellos relamidos,
tan calada a medio tiro...
Garabatos asesinos en el extrarradio.

Si te permites cinco minutos conmigo
masticaré el reloj,
apretaré con la lengua el hierro
del maldito gatillo.

Si te permites cinco minutos conmigo...
Si te permites cinco minutos conmigo,
en el primero vuélvete loco.






Para un muso resentido
que le pone música a las ganas...
si, si...para Henry...

10 febrero 2008

COMO BESTIAS EN CELO

Bailó durante horas como si nada le importase, mientras la noche iba adentrándose en lo más profundo de su propia existencia, allí donde los gatos pardos se confunden con retales de piel en la pared. Se despeinaba contando los ojos ajenos que rondaban su cintura, esquivando dedos que creían ser más listos que la apuesta de sus piernas de tequila.
Estrechó la mano de dos tipos con corbata después de hablar de dinero, tarimas y casualidades y siguió matando bares con la luz de las bombillas hasta el siniestro surrealista de un choque de ojos.
Se ahogó en su Hierro, en sus eses, en el tacto de un chaleco, en el cuero de un collar, en un cuadro de letras, en colores descarnados, en la carne de su cuello. Se rindió a los seis minutos y empezó a tener miedo de no querer dejar de escuchar, de hablar, de estar, de ser, de morder, de respirar...
El sol salía de su guarida mientras caminaban por calles que no conocían, sin importar el trozo de Roma en el que desembocasen. Los camiones descargaban cajas de fruta, los niños cargaban con la mochila, los coches, los perros, los bancos...La ciudad amarilla despertaba frenética y ellos andaban despacio. Él la agarraba del hombro y le acariciaba la cara, ella buscaba el calor de su pecho introduciendo la mano entre dos botones de su cazadora. Mil miradas les fulminaban a cada paso y ellos no podían evitar reírse del reloj y los horarios. Se despidieron con un beso en un portal jugando con la suerte entre los dedos.
A mitad del día el teléfono sonó dos veces. Cuando colgó se quedó sentada en el sofá, con un café en la mano y una sonrisa extraña. Mientras mojaba los labios en el aroma que brotaba de la taza, veía cómo su caja de secretos estaba a punto de explotar, su estómago colgando de un hilo y los caminos raros reproduciéndose como bestias en celo.